jueves, diciembre 31, 2009

Llallagua es el nombre de
una diosa andina de la
fecundidad y la abundancia,
y Llallagua se llama,
también, un pueblo minero
en Bolivia, habitado por la
miseria y el frío.
El pueblo vive de la mina, y
en la mina mueren los hombres.
Metidos en los socavones,
en las tripas de las montañas,
persiguen las vetas de estaño
y en esa cacería pierden en,
pocos años, los pulmones y
la vida.
Yo había pasado un tiempito,
ahí en Llallagua, y me había
hecho algunos amigos.
Y había llegado la hora de partir.
Estuvimos toda la noche
bebiendo chicha y singan, mis
amigos y yo, cantando tristezas
y contando chistes, a cuál más malo.
Cuando ya estábamos cerca
del amanecer, cuando
poco faltaba para que el chillido
de la sirena los llamara al
trabajo, mis amigos callaron,
todos a la vez, y algunos preguntó,
o pidió o mandó:
- Y ahora, hermanito, dinos
cómo es la mar.
Yo me quedé mudo.
Insistían:
-Cuéntanos. Cuéntanos cómo es la mar.
Ninguno de ellos iba a verla nunca,
y yo no tenía más remedio que
traerles la mar,
la mar que estaba lejísimos, y
encontrar palabras que
fueran capaces de mojarlos.